Por Eduardo González Viaña
Otra vez, el hombre que jodió al Perú
Respaldo la tajante sentencia de Mario Vargas Llosa cuando exhorta a impedir la presidencia de “la hija de un asesino y ladrón.”
Lo digo porque, respondiendo a una pregunta clásica del gran novelista, creo que la última vez que el Perú se “jodió” fue por culpa de Fujimori.
Claro que no solamente una vez se ha jodido la patria. Varias veces le ha ocurrido eso. A veces, se redimió o resucitó, pero no siempre.
El desastre que jodió al Perú del siglo XVIII fue la ejecución de Tupac Amaru. La perversidad del colonizador español además de cuatro caballos tirando de las extremidades del revolucionario y por fin un descuartizamiento carnicero acabaron con una rebelión que abarcaba los virreinatos del Perú y de la Plata, y que pudo dar origen a una grande y libre patria en este lado del mundo.
Y a pesar de todo, la primera independencia peruana después de morir resucitó y fue redimida por una revolución permanente que la continuó y que no ha cesado desde los tiempos de Diego Cristóbal Tupac Amaru y Julián Apaza Tupac Katari.
La calamidad del Perú del siglo XIX fue la invasión de Chile. Grau, Bolognesi y su gente lo redimieron, casi lo levantaron de la muerte.
Al final del siglo XX, lo peor que le pudo ocurrir al Perú, acaso su mayor jodedura, fue Fujimori. Las causales por las cuales se le condenó y está preso son apenas una mínima fracción de sus crímenes, y se le juzgó así, no porque no hubiera pruebas, sino porque las normas de la extradición lo prescribían.
El estilo Fujimori fue muestra de una brutalidad sin límites. Si el terrorismo de los grupos alzados en armas es condenable también lo es que el Estado asuma el genocidio, la tortura, las desapariciones y la negación de la justicia como su única manera de ganar una guerra. Eso se llama también terrorismo.
No se trata tan sólo de contar las decenas de miles de peruanos asesinados si no también sumar las mentes y los corazones envilecidos que las tiranías crean para que acepten sus métodos carniceros y su corrupción sin fin. Quienes hoy votarían por un candidato “que robe, pero que haga obras”, heredaron esos principios morales del hombrecito semianalfabeto que proclamaba no ser un caído del palto.
La candidata mencionada por Vargas Llosa, como una buena fracción de la población peruana, exculpa de esos crímenes al terrorista Fujimori o se los justifica. No obstante, decir que Fujimori es defendible por derrotar al terrorismo significa olvidar que el mismo era un terrorista. Significa también justificar a Hitler quien incineró vivos a 6 millones de hombres mujeres y niños por ser supuestamente terroristas judíos.
En junio del 2011, los peruanos votamos por una alternativa decente contra el terrorismo de Estado que venía empaquetado en la candidatura de Keiko Fujimori. Estábamos seguros de que luego de encarar otras prioridades, el gobierno democrático enjuiciaría a la vasta red de gallinazos que aprovechando del poder, torturaron a culpables e inocentes, los descuartizaron, se entregaron a la rapiña, quemaron pueblos enteros y se pusieron a las órdenes de los narcotraficantes.
Pero eso no parece estar ocurriendo. Por el contrario, la candidatura aludida y su supuesto “partido” son asumidos como normales y legales, y el presidente Humala se pasó meses decidiendo o indecidiendo si debía dejar libre al terrorista. O peor aún, ante una reprimenda de Keiko Fujimori, el mismo jefe de estado se inhibe de apoyar la candidatura del jurista peruano Diego García Sayán a la secretaría general de la Organización de Estados Americanos, OEA.
Si el fujimorismo es aceptado en el Perú de esa manera, no se entiende por qué son ilegales las formaciones políticas del rendido Guzmán. Más todavía, no se entiende por qué razón se persigue a los partidarios del mismo cuando piden amnistía y reconciliación.
Un historiador que en el futuro observe nuestro tiempo podría pensar que aquí continuaba la guerra sucia e imperaba la racionalidad de los criminales…Y si despuٞés de estos años, triunfa la hija del asesino y ladrón, concluirá en que esta época solamente fue una etapa intermedia… y allí sí que el Perú se acabó de joder.
Eduardo González Viaña
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